Francisco se reunió con 50 residentes. Entre ellos había ancianos, enfermos de SIDA y personas que sufren adicciones.
Francisco insistió en la naturaleza penitencial de su viaje y expresó su esperanza en que la Iglesia y las comunidades indígenas se reconcilien a pesar de su difícil pasado.
Después de rezar, el Papa y el arzobispo de Québec, cardenal Gérald Cyprien Lacroix, pasaron un momento de reflexión en silencio ante la tumba de San Francisco de Laval.
El Papa presidió la Liturgia de la Palabra en la Basílica de Sainte-Anne-de-Beaupré, el lugar de peregrinación cristiana más antiguo de Norteamérica.