Alertó contra la tentación de “practicar un cristianismo intimista” en el que las celebraciones públicas no tengan espacio.
Lamentó que haya cristianos que rechacen las celebraciones comunitarias como la misa dominical.
“El que reza es como un enamorado: lleva siempre en el corazón a la persona amada, vaya donde vaya”, dijo.
“Podemos rezar en cualquier momento, cada día: en la calle, en la oficina, en el tren; con palabras o en el silencio de nuestro corazón”, señaló.